El octavo planeta estaba habitado por un nativo digital.
Tenía un smartphone en la mano y no cesaba de tocarlo con los dedos.
-¡Buenos días! -dijo el Principito.
-¡Buenos días! -respondió cortesmente el nativo, pero no
alzó la mirada de su aparato. Las yemas de sus dedos no cesaban de posarse
sobre la pantalla.
-¿Qué haces? -pregunto el Principito.
-Converso con mis amigos- contestó el nativo sin alzar la
mirada.
-Pero estas solo. ¿Donde están tus amigos?
-Por ahí.. Por allá…- contestó el nativo.
-¿Vamos a mirar un atardecer?
-No puedo- contesto el nativo. -Estoy conversando con mis
amigos.
-Pero estás solo.
-No. algunas veces nos vemos en persona. Pero la mayor parte
del tiempo nos comunicamos por aquí. Es mucho mejor, no tengo que ir a ningún
lado y ellos tampoco.
-¿Y de qué sirve tener amigos si casi nunca los ves?
-Me ahorra tiempo.
- ¿Tiempo para qué?- preguntó el Principito.
-Para conversar con mis amigos.
“Tal vez no vale la pena tener amigos -pensó el Principito- si uno siempre va a estar solo”.
Tomado de Nave Planet Express
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