Ernesto Morosini.
Tal como si se tratara de una plaga, las calles de nuestra
ciudad se encuentran atestadas de resaltos, mejor conocidos como “topes”, además
de estos incómodos dispositivos, los baches y hoyos en el pavimento están a la
orden del día.
Aparentemente los topes funcionan como una solución práctica
para reducir la velocidad de los automotores, además de que la instalación de
estos es relativamente sencilla, el problema estriba en la falta de estudios de
ingeniería vial y de tránsito que indiquen la correcta ubicación de estos. Los
responsables de autorizarlos e instalarlos, deben evaluar la peligrosidad que
representa un tope mal colocado para evitar que se convierta en una trampa.
En ciudades como la nuestra, donde el tema de la educación
vial no se le ha prestado la atención necesaria, los reductores de velocidad son
un mal necesario. Es competencia de las autoridades determinar si los topes son
eficientes para reducir la velocidad de los automóviles o si se trata de
elementos que ponen en riesgo tanto a peatones como conductores.
En opinión de expertos en ingeniería vial, los reductores de
velocidad forzosos, en especial el tope, representan un peligro si su
colocación no es justificada, e incluso, si no cumple con las exigencias
técnicas mínimas. En este sentido, el Reglamento de Tránsito y Vialidad vigente
para Jalapa menciona en su Artículo 94: Es facultad de la Dirección
autorizar a los particulares la colocación temporal o definitiva de
boyas, topes o cualquier objeto fijo o semifijo en la vía pública, en tanto no
se afecte el interés público. Dicha dependencia determinará las
especificaciones de su ubicación y demás particulares[1]…
A este respecto, Bernardo Navarro[2],
urbanista y experto en transporte de la Universidad Autónoma Metropolitana afirma
que los topes ni siquiera garantizan seguridad al peatón, que es quien ha
colocado indiscriminadamente los topes, bajo tolerancia de la autoridad, cuando
tienen un accidente en una comunidad; hay otras opciones para garantizar su
seguridad, lo ideal sería el respeto de los límites de velocidad y fomentar la
cultura vial en ambos, peatones y conductores.
Las especificaciones técnicas de los reductores de velocidad señalan
que estos deben tener un máximo de 10 centímetros de altura, aunque algunos
colocados ilegalmente, llegan a presentar hasta 30 centímetros, generalmente
mal fabricados e inconvenientemente ubicados.
Otros reductores de velocidad circunstanciales, son los
baches y hoyos que se forman en el pavimento cuando la superficie de rodamiento
es de mala calidad y que al paso continuo de automotores pesados termina por
desgastarse. Estos inconvenientes se intensifican en temporada de lluvias y
aunque los encargados del bacheo de vialidades atacan oportunamente el
problema, estos vuelven a abrirse al poco tiempo. La gravedad del asunto reside
en que la circulación se vuelve más lenta, provocando mayor congestionamiento y
contaminación, pues el consumo de combustible de cada vehículo se incrementa, y
a su vez origina que las emisiones de partículas contaminantes se eleven hasta
40 veces más al pasar por cada reductor de velocidad[3]. En
este sentido, hay quienes apuntan sobre la necesidad de implementar un programa
similar al “Hoy no Circula” como el aplicado en la Ciudad de México desde hace
varios años. Antes de ello, se deberá analizar si es justificable aplicarlo en
la capital veracruzana, a fin de no tomar decisiones a la ligera que
perjudiquen a sus habitantes, ya que el “Hoy no Circula” –jalapeño- estaría enfocado principalmente en
reducir el aforo vehicular y no tanto para evitar la contaminación ambiental. Sería
buena idea precisar cuáles son las demandas ciudadanas y a partir de ellas
aplicar las medidas convenientes, ya que si no se instrumentan programas adecuados
a las necesidades de la capital, los habitantes de Jalapa seguiremos dándonos
de topes.
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